LA NO VIOLENCIA EMPIEZA EN UNO
Empieza en uno.
La No Violencia es siempre un poco más que el cero de la inacción o la indiferencia.
Empieza en uno, cuando movemos del kilómetro cero de un camino desierto.
Es el primer paso en el viaje de las mil millas.
Este camino empieza en uno: es tanto poner primera como bajar un cambio, o dos.
Ante la violencia que reduce todo a nada y que transforma al otro en nadie, damos ese primer paso para que la nada se vuelva «algo» y nadie en «alguien».
Empieza en uno, que no es mucho, pero es más que nada.
Uno.
Un paso, un día determinado, una hora, una decisión; la decisión de que a la violencia le antepongamos el adverbio «No».
La No Violencia empieza en uno y sigue en uno: un paso por vez, uno detrás del otro.
Empieza en uno, en un giro de retorno a la unidad simultáneo a un giro de aceptación de la diversidad.
La No Violencia a veces es detenerse, vaciarse para que uno pueda llenarse de algo nuevo.
La No Violencia puede empezar en anteponer una palabra ante lo injusto.
A veces puede empezar en recurrir a un silencio estratégico: desensillar hasta que aclare, reencontrarse con uno mismo cuando no se sabe cómo continuar.
Empieza en uno, en uno mismo.
La No Violencia empieza en mí, para no ningunearte aunque estemos enfrentados.
Empieza en mí, para no negar tu existencia.
Empieza en uno y continúa en otro, como si se pasara de mano en mano un pequeño tesoro que cuanto más circula más valioso es.
Empieza en uno, pero también empieza en otro.
El otro es más evidente que yo mismo. Su violencia, sus defectos, sus carencias son para mí más notorios en él que en mí mismo.
Empieza en otro porque el otro es un interrogante y me interroga. Así me pongo en camino.
No es una carrera, no hay premio.
De hecho, uno empieza perdiendo: cuando dice «No» empieza a perder a su vieja amiga, la violencia.
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